GRACIAS, EDUARD. La preciosa historia de mi amistad con el Gran Eduard Punset.

He necesitado todo el día para asumir que nos has dejado y encontrar las palabras con las que despedirme. La última vez que nos vimos no creí que sería la última, y en realidad no lo fue, porque te seguiré viendo cada día de mi vida en mi mente y corazón y cada noche en el teatro, en el escenario que compartimos, porque tu presencia en él es tan real como la mía e incluso se materializa físicamente unos segundos gracias al video que tan generosamente me grabaste para ella.

Creo que la mejor manera de demostrar al mundo el genial hombre que había tras la genial celebridad, es compartir con él la historia de nuestra amistad, que muchos han ido conociendo someramente a través de las redes sociales y de mis entrevistas a propósito del libro y el show «De Caperucita a loba en solo seis tíos», el proyecto que me ha dado la mayor alegría y el mayor honor de mi carrera profesional, además de una intensa felicidad personal: conocerte y quererte.

Para los que estéis leyendo esta carta dedicada a mi amigo (qué honor y qué alegría poder decirlo) Eduard Punset, y hayáis visto mi show o leído mi libro, ya sabéis de lo que estoy hablando.

Allá va la preciosa y mágica historia de nuestra amistad.

A lo largo de varios años, la lectura de los libros de Punset me inspiró tanto que escribí uno propio en el que él era mi gurú en materia amorosa a través a sus fantásticas enseñanzas neutro científicas, pero sobre todo del enfoque emocional que él les daba. Para él, todo conocimiento que no sirviera para ser más feliz no tenía ningún sentido. Durante los años previos a la escritura de mi libro, hablaba con Punset a través de los suyos como si realmente lo conociera, y anotaba las cosas de las que me hablaba a través de ellos, y las que yo le respondía y re- preguntaba, puesto que así lo vivía yo, como un auténtico dialogo entre ambos, sintiéndole ya como un amigo personal. Y así es como lo reflejé en mi libro, en el que se convirtió en personaje protagonista que me acompañaba permanentemente en mis desventuras, iluminándome con su sabiduría.

Lo que no podía imaginar es que esa amistad se haría real. Que Eduard me concedería el regalo de su amistad de la misma forma que visualicé y sentí mientras escribía el libro. Todo comenzó cuando lo publiqué (con el grupo Planeta y mi querida editora Olga Adeva). Me hacía muchísima ilusión que Eduard conociera de su existencia puesto que había oído decir que era un hombre con mucho sentido del humor y creí que le resultaría, cuando menos, curioso descubrir que había inspirado un libro en el que, mezclando humor y ciencia, se le rendía un sincero y respetuoso homenaje.

Así que con mucha vergüenza pero mucha ilusión contacté telefónicamente con su secretaria personal, Esther Juncosa, que resultó ser una mujer maravillosa, que ante mi temerosa petición de una dirección a la que poder enviarle un ejemplar al Señor Punset, respondió: «Aún mejor que enviarle el libro, te concierto una cita con él y se lo das en persona. Estoy segura de que le hará mucha ilusión». ¿En serio? No podía creer que fuera a conocerle y a charlar con él, como tantas veces había imaginado.

Quedamos por primera vez en los preciosos salones del Hotel San Mauro, cerca de su casa en Madrid, en los cuales quedaríamos habitualmente a lo largo de nuestros años de amistad, cosa que no podía ni imaginar aquel primer día, en que el solo hecho de conocerle, contarle la historia de mi libro y regalárselo, era un sueño hecho realidad. Yo estaba nerviosísima y totalmente abrumada por el encuentro. Pensad que era el primero real, después de tantos como habíamos tenido en mi cabeza. Pero desde el primer momento descubrí a un ser humano entrañable y cariñoso, que me trató como a una hija. En nuestro segundo encuentro me dijo que le había gustado mucho mi libro porque su vocación al convertirse en divulgador científico era justamente que la ciencia resultara de utilidad práctica para que la gente fuera más feliz, como os adelantaba arriba. Precisamente lo que consiguió conmigo, como con tantísima gente, y lo que intento transmitir en el libro y en el espectáculo.

Durante los casi cinco años transcurridos desde que nos conocimos tuve el honor de compartir muchas cosas con él. Me acompañó en la presentación del libro, días después, (en la FNAC) cosa que no me habría atrevido a soñar, (en la que fue una tarde memorable, junto a él y mis queridos Arturo González- Campos, Luis Piedrahita, y Sergio Fernández, «el Monaguillo», que presentaban el libro, y muchos otros amigos queridos) y un año después, también en el estreno del espectáculo teatral, para el que, tan cariñoso como siempre, me grabó un video a través del cual se hace presente cada noche en el escenario.

Me hizo muchísima ilusión cuando vino a ver el espectáculo por primera vez, unos días después del estreno porque éste le pilló de viaje. Me puse tan nerviosa que olvidé señalar al público que esa noche estaba con nosotros, pero no hizo falta porque la gente en cuanto lo vio aplaudió espontáneamente.

Pasé las tardes que pude charlando con él ante una una coca cola en el Hotel San Mauro y alguna que otra vez desayunando junto a su casa. Ojalá hubieran sido muchas más, pero repartía su tiempo entre Madrid y Barcelona y desde que se puso más malito ya se quedó en Barcelona de forma permanente.

Hace tres años, tuve el honor de acompañarle a los premios «Iris» de la televisión y comprobar lo muchísimo que lo quería la gente. Y no me refiero al gran público, que por descontado, sino a todos los compañeros de los medios de comunicación. En una fiesta llena de personalidades, él era la única a la cual abordaban todas las demás, e incluso hacían cola para tener una foto a su lado. A Caridad, (gran amiga suya, y gracias a él, también mía) y a mí, que le acompañábamos esa noche, nos daba pena que el pobre no pudiera comerse ni un canapé sin que alguien le pidiera una foto, a lo que él siempre accedía con entusiasmo, aunque fuera la una de la mañana y no hubiera probado bocado en tres horas de gala. Cada vez que estaba a punto de meterse el canapé en la boca le tocaba volverlo a dejar en la mesa porque le abordaba alguien más, jajaja, y ni una sola vez de las treinta veces que le tocó repetir esta operación perdió la sonrisa de oreja a oreja que le caracterizaba.

Querido Eduard, me apena que nuestra amistad llegara tan tarde. Hubiera querido hacerlo todo igual, pero mucho antes, para disfrutarte más tiempo. Aunque quiero pensar que todo ocurre cuando debe, nos quedaron muchas cosas por hacer, proyectos en común que hablabas de acometer con total entusiasmo y generosidad. No me negaste nunca nada. A cualquier cosa que te proponía tu respuesta siempre era: «Si es contigo, lo que sea». Siento que no aproveché lo suficiente el tiempo que la vida me regaló tu presencia y cariño, pero también quiero pensar que se trata de una sensación inevitable cuando tienes la suerte de conocer a alguien tan valioso. Te prometo que las cosas que quedaron por hacer serán hechas, y seguirán siendo un homenaje a ti, como ya lo son las que hemos compartido.

El próximo viernes realizaré la primera función después de tu partida, y estoy segura de que va a ser profundamente emocionante. Lo que lleva cinco años siendo un homenaje en vida, lo seguirá siendo ahora con más fuerza. Quiero mandar un abrazo enorme a tu familia, a la que no he tenido aún el gusto y honor de conocer personalmente.

Y a ti, GRACIAS, Eduard, por todo. Qué placer haberte podido transmitir personalmente cuánto hiciste por mí. (Y sé que fui representante de muchísima gente). Me hubiera encantado verte una vez más, puesto que ya hacía meses que no tenía ese honor. Ojalá tuvieras claro lo que significó para mí tu generosidad y tu cariño y lo que seguirá significando siempre. Quiero pensar que sí, porque como ya he dicho, ha sido el mayor regalo de mi carrera profesional, y una de las mayores alegrías de mi vida.

No quiero alargarme más, ni ponerme más cursi pero estoy aún más afectada de lo que podía calcular. Creía ser, y de hecho lo era, muy consciente del honor de haberte conocido y de la belleza de la historia de nuestra amistad, pero ese sentimiento se ha multiplicado con tu partida de una forma sobrecogedora.

De todas las magistrales frases que has dicho y escrito, me quedo con la que me dijiste en nuestro último encuentro, cuando estabas terminando tus memorias, que supongo que se publicarán en breve y que me guardo hasta que el mundo se reencuentre contigo en ellas. Solo diré que tuve el honor de que compartieras conmigo la conclusión más hermosa a la que se puede llegar después de toda una vida dedicada a la investigación. Que EL AMOR LO ES TODO.

La foto nos la hicimos ese día.

GRACIAS, MAESTRO. BUEN VIAJE.

5 pensamientos en “GRACIAS, EDUARD. La preciosa historia de mi amistad con el Gran Eduard Punset.

  1. ¡Un privilegio que te mereces, Marta!. Las cosas no pasan por casualidad. Me conmueve tu cariño hacia la gente. Apenas nos conocemos y has sido siempre cálida y espontánea. Un abrazo enorme desde tu tierra de una compañera que te admira…

  2. Una historia maravillosa. No tuve la suerte de conocer a Eduard, pero desde el amor a la ciencia y su divulgación, siempre tendrá mi admiración.

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