Me emociona el triunfo de La Roja, y el estallido de energía y sensación de poder que provoca en tantos millones de personas. Me emociona, sin paliativos. Dicen que un instante de felicidad no resuelve los problemas. De acuerdo, pero desde luego no cabe duda de que tampoco los agrava. Eso como mínimo. Y lo que desde luego logra es que desaparezcan de nuestra mente. Sí, momentaneamente. ¿Y qué es la vida sino una sucesión de momentos, cuyo contenido tiene más que ver con los sentimientos que pongamos en ellos que con la realidd objetiva? Si en esa sucesión de momentos que es la vida, gracias al triunfo de la roja, al menos uno de esos momentos se ha convertido en un momento feliz, porque en medio del desánimo hemos conseguido focalizar nuestra energía en emociones como triunfo, orgullo, unión, valor, y sensación de que todo es posible, ya ha valido la pena.
Sólo aquel cuya vida es una sucesión de momentos desagraciados llenos de desánimo sabe el valor de un sólo momento de fe, esperanza y superación de los propios límites aunque esa superación la lleve a cabo a través de otro ser humano, en este caso un futbolista, que además lo hace con el ánimo de que esa persona sienta que lo hace en su nombre.
Pero es que además, creo firmemente que ese efecto mental provocado en cada uno de nosotros puede tener consecuencias en la realidad si no se queda en la celebración anecdótica y pone en marcha una corriente de energía que apliquemos a nuestra vida diaria. En ese caso, esta victoria sí podría llegar a cambiar la realidad. La energía es lo que mueve el mundo. Y todo acto comienza con las ideas inspiradoras que nos animan a llavarlo a cabo. Gracias a la Roja estas ideas se han despertado en nuestra cabeza y en nuestro corazón.
Siempre que vivimos estas celebraciones masivas, pienso: imaginad lo que se podría conseguir si toda esta pasión, esta energía compartida, este poder, en definitiva, lo utilizáramos para el bien, para algo que realmente cambiara nuestro mundo y no simplemente nos alegrara la noche o la semana. Pero nunca lo pienso desde la decepción de que no sea así, sino desde la esperanza, porque la constatación de que la energía está, me da garantías de que ese sueño ya existe en «potencia».
La materia prima está, y cada uno de estos acontecimientos nos lo recuerda, animámdonos a hacer uso de ella. Ahora queda que aprendamos a usarla más allá de la mera celebración (que insisto, ya es buena por si misma) y enfocarla en lograr metas aún mayores de transformación social y personal. De momento, que esa energía exista y asome, ya es una alegría, y muy grande. Felicidades a la Roja, y gracias por darle ese momento de felicidad a tantas personas. Primero, y aunque sólo sea por eso, porque muchas de esas personas son incapaces de generar esa felicidad por si mismas ante unas circunstancias demasiado adversas, y segundo, porque abren la puerta a que un porcentaje elevado de esas personas cuyas circunstancias parecen insuperables, de cara al futuro sí que encuentren dentro un entusiasmo que les permita sobreponerse a ellas, y conseguir generar esa felicidad por si mismos cuando lo creían imposible. Igual que era imposible el triplete, hasta que se hizo.
Ese es mi deseo. Que la emoción de La Roja, lejos de alienar… inspire. Y en vez de invitarnos a olvidar nuestros problemas viendo como otro mete gol, nos anime a resolverlos, metiendo el gol nosotros mismos.